top of page

Y ya pasó un año


"Cierra los ojos. Enamórate. Quédate allí." - Rumi

17 de septiembre de 2019

Hace exactamente un año escuché las palabras "el bulto en su pecho es cáncer", y mi mundo cambió para siempre. Había tenido una vida, una casa, una dirección, y en ese momento todo eso dejó de ser una opción para mi. El camino trazado quedó eliminado, y era necesario hacer cambios y ¡bien rápido! De alguna manera, con mucha ayuda y apoyo, lo logré, y hoy estoy libre de cáncer, reunida con mis hijos y re-recreando toda una vida nueva. Feliz final para esta historia, ¿no?


Salvo que este no es el final, al igual que recibir el diagnóstico no fue el final. Esto es tan solo el inicio, y debo admitir que siento mucho temor. Aunque parezca extraño para muchos, esta experiencia con el cáncer ha tenido muchas similitudes con mi experiencia del embarazo, el parto, y ahora veo que incluso con la maternidad como tal. En otro post donde hablaba de mi nombre, Iyari, mencioné como este proceso de alguna manera representaba dar a luz a un nuevo "yo". Ahora me siento un poco como en al fase del post-parto, en la cual se supone que debes estar tan feliz y emocionada con tu bebé, y todos no dejan de felicitarte, y en realidad lo que te sientes es abrumada y exhausta, y de alguna manera, a veces, muy muy sola.

Cuando observo la nueva vida que estoy creando para mí misma, me doy cuenta de lo que poco que sé acerca de hacia dónde me dirijo. El concepto de planificación a largo plazo, que mi padre en particular me inculcó desde una temprana edad, parece ser cada vez más esquivo, y me doy cuenta que la única posibilidad que tengo ahora mismo es de proceder un día a la vez. Por un rato, permití que el cansancio se apoderara de todo, y dejé a un lado las prácticas que me mantienen enraizada y conectada, conmigo misma y con el amor. Esas mismas prácticas (principalmente de respiración y meditación), que me mantuvieron a flote en los momentos más difíciles de mi viaje con cáncer, de alguna manera habían dejado de ser mi prioridad. Incluso empecé a sentir que a lo mejor estaba entrando en un estado de depresión (un espacio que conozco bien y con el que estuve bailando durante veinte años).

Por dicha, con un poco de ayuda de mis amigos, pude recuperarme de lo que parecía una caída en picada, justo antes de estrellarme contra el piso. Justo ayer tuve la buena fortuna de conversar con dos personas que me brindaron exactamente lo que necesitaba: 1- una amiga que, en dos horas, me hizo reír, compartió sus más profundos temores, cargó mis preocupaciones, y me volvió a poner los pies sobre la tierra. 2 - un amigo, quien me hizo ver claramente unas creencias muy peligrosas sobre la vida, incluyendo la idea de que "se supone que la vida debería ser divertida", y también me habló en el lenguaje de mi corazón, de modo que después de veinte minutos me sentí como 100kg más liviana, y me dormí sonreída.

"La vida no debería de ser de ninguna manera", me recordó mi amigo clara y gentilmente; y mientras permito que estas palabras penetren en mi psique, siento como se levanta un enorme peso de mis hombros... el peso de ser una madre perfecta, para mis hijos y para mi misma, el peso de tener que sentirme feliz, y la peso de tener que saber.

Estar del todo presente con lo desconocido, abrazándolo y relajándonos dentro de aquel vacío, es quizás uno de los mayores retos para muchas personas - para hacerlo es necesario aceptar que no tenemos el control. Enfrentarme a ese elemento de lo desconocido en el contexto de un diagnóstico de cáncer, el nivel de riesgo parecía ser demasiado alto. Lo loco es que, ahora, del otro lado de este diagnóstico, resulta aún más difícil relajarme ante lo desconocido, y siento una tremenda urgencia de hacer todo "bien", de lo contrario... me comerá el tigre. Así que bueno, esto es lo que está sucediendo ahora mismo. Siento miedo. No es tan sorprendente, ha pasado mucho en estos 12 meses. Cuando soltamos las ideas preconcebidas de lo que se supone que debería estar sucediendo, aparece el espacio para lo que simplemente es. Quizás el mayor regalo que nos podamos dar a nosotros mismos es abrazar cada una de nuestras emociones, sin juicios de ningún tipo. En la misma manera en que cargamos a un bebé en llantos, meciéndolo, cantándole, susurrándole hasta que se calme; puedo también cargarme a mí misma, permitiendo que surja lo que tenga que surgir. Eso es amor propio.

Y así... junto con el temor y el cansancio, digiriendo este año fuerte y complejo... en este día celebro que estoy viva, que soy capaz de sentir todo un rango de emociones, y además digo GRACIAS a todas y todos los que me acompañaron, literalmente sosteniendo mi mano de cerca y de lejos. Jamás hubiera podido navegar estas aguas tormentosas sin ustedes. No soy capaz de expresar con palabras mi agradecimiento y apreciación. Los amo.




22 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo
bottom of page